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Spurn Point, Inglaterra

El periodo de trabajo finalizó en febrero con el inicio de nuestro programa de 24 meses.

Después de la excitación inicial de haber pasado esa fase, tomamos las clases a través de vídeos y de una plataforma online durante dos semanas y, de nuevo, volvimos a trabajar. No sólo eso, sino que la siguiente semana también nos tocaba currar.

Al finalizar febrero y después de saber perfectamente de qué pie cojeaba el “súper programa”, decidimos no continuar más y cambiar al más corto de 5 meses. En el tiempo que llevábamos mucha gente había cambiado ya.

El de 5 meses que, para mí, después de saber de primera mano cómo funcionaba todo, era, sin duda, el mejor programa, contaba con un mes y medio de ‘formación’ en la escuela, tres meses de voluntariado en India y un mes de vuelta en Inglaterra. Con la gran ventaja de no tener que trabajar más desde que empezaba el programa.

En los demás, vendría una formación de otros seis meses en la escuela trabajando como mínimo una semana al mes (y si el grupo necesita dinero, más tiempo claro) y sólo un sábado libre al mes. Y el nuestro, de 24 meses, aún incluían otros 3 meses más de puro trabajo para la organización, en total, unos 15 meses. ¡Una locura!

El programa de 5 meses (que se había lanzado por primera vez en febrero de 2016), empezó al mismo tiempo que el nuestro y en unas pocas semanas ya habían hecho bastante cosas chulas y prácticas como visitar proyectos ecológicos y plantar árboles. Además que también tenían incluida una semana entera de viaje.

Nosotros, en cambio, habíamos estado encerrados todo el tiempo en la clase y, como no, nos tocaba trabajar dos semanas como recompensa en nuestro primer mes de ‘formación’.

Total, que cuando ya lo teníamos absolutamente claro y decidimos cambiar de programa, para variar, y enturbiar más nuestra visión sobre ellos, nos pusieron trabas.

Al principio hasta nos lo denegaron. ¡Con qué cara! Cuando sólo estábamos pidiendo un cambio al programa más corto y nosotros, por supuesto, teníamos ya todo el dinero virtual (y mucho más).

Como sabían que yo era la luchadora, me cogieron a mí sola por banda (cuando este asunto era cosa de los dos) intimidando y desvalorizando con cosas del estilo: ¿Cómo que cambiar de programa? ¿Sin tener en cuenta a vuestros compañeros? ¡Pero si no estás preparada para ir a India! ¡Con esa actitud y falta de adaptación a los cambios no se consigue nada! ¡Estás muy equivocada! Y mil absurdeces más. Denegándonos el cambio. (Repito, mucha gente, estando nosotros allí, había cambiado de programa).

Está claro que ese fue el peor día de los 6 meses que llevaba en esa cárcel del infierno. (Este tema me enfurece, sí).

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La fuerza del mar en Scarborough

Me pareció tan inhumano e injusto ese trato y actitud. Cuando ellos, los ‘jefes’ de la organización, habían obtenido un montón de beneficios con nosotros, cuando no habíamos tenido ningún problema con nuestros compañeros ni con todas las personas de la escuela (que no eran pocas), al contrario, cuando habíamos trabajado un montón, siendo serios, responsables… Estando puntuales cada día a la hora, cumpliendo con nuestras tareas y responsabilidades, trabajando en los talleres y clases, consiguiendo todas nuestras metas y más, en fin.

Y saber que una de las dos señoras que se dirigieron a soltarme todas esas barbaridades ni siquiera había hablado conmigo una sola vez en todo ese tiempo. Ni me conocía. Ni había sido mi jefa ni mi profesora. Todo lo que sabía de mí es lo que había escuchado del grupillo de los jefecillos. Que como no tendrían otra cosa que hacer, se pondrían a hablar de los voluntarios.

Al igual que la directora, que en cuanto le quise comunicar mis problemas y hablar de algo importante como lo es el cambio del programa (en 6 meses tampoco nos había dirigido la palabra), lo único que me soltó fue: “eso lo tienes que hablar con tu equipo y profesora” (perdona, ¿le tengo que pedir a mis compañeros si me puedo cambiar de programa, si no quiero seguir ahí dos años más, que es una decisión personal?¿o mejor, le tenía que pedir permiso a mi profesora, una joven de 20 años que había estado el año anterior en África y ahora era la profesora del programa más largo?). Además, eso ya lo habíamos comunicado.

Pues ese es el caso que te hacen y el trato que te dan cuando llevas allí tanto tiempo currando, de gratis. Flipante.

Como llegamos a la conclusión, la denegación no sería sólo por joder, sino lo que les interesaba a ellos, seguramente, es que siguiéramos trabajando allí, sumisos, por mucho más tiempo… Pero no, no me conocían muy bien.

Para ir abreviando, tuvimos que mandar otra segunda carta al ‘grupo de profesores’ (los líderes de la organización) volviendo a demostrar nuestro descontento, desacuerdo, nuestra decisión final, y de nuevo, la petición cordial al cambio del programa (para que todo nuestro esfuerzo no fuera en vano).

Finalmente, y como si cada día fuera una historia distinta, accedieron al cambio, en este caso, empezando el programa en agosto en vez de cambiar al que estaba ya comenzado (eso nos daba un poco igual). Y este día la versión fue: ¡Cómo no nos iban a dejar cambiar a dos personas que habían aportado y trabajado tanto con tan buenos resultados! ¡Por supuesto que sí, podíamos cambiar de programa!…

Yo ya estoy un poco loca, pero cosas como estas pueden hacerte perder aún más la cabeza jaja.

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Telarañas de la Escuela

Por último, quería decir que estoy explicando aquí los motivos que me llevaron a querer cambiar de programa (aunque había muchos más), intentando abreviar y mostrar las dificultades de la época más complicada en la escuela y el peor día que pasé allí cuando arremetieron contra mí.

Por otro lado, el lugar y la experiencia también tuvo muchas cosas buenas, sobre todo, la gente, los voluntarios que se arriesgan y prueban a vivir la experiencia. La gente, el equipo, la complicidad, el luchar por una misma causa…

Son muchos los que al final no aguantan y lo dejan, pero son aún más los que persisten y continúan hasta el final (todos mis respetos✌).

Aunque aquí estoy contando lo malo y lo que me hizo más daño, no me arrepiento para nada. Aprendí muchísimo, conocí lugares y personas increíbles, experimenté y superé retos, descubrí muchas más cosas sobre mí, adquirí más fuerza y valor, muchísima más confianza y cumplí un sueño: vivir en India, realizar un voluntariado y viajar por una de las tierras más impresionantes y sagradas.

Aunque no me importaba que el destino fuera África (viajaré algún día, lo tengo claro). Con todo esto quiero decir que el esfuerzo y sufrimiento MERECIÓ LA PENA.

El programa de 5 meses fue genial, todo salió rodado. Y aunque me enteré más tarde que habían hablado mal de nosotros como advirtiendo «cuidado con ellos», me resulta gracioso, porque no tenían ni idea. Nuestro líder-profesor no tuvo ningún tipo de problema con nosotros, más bien, al contrario. Se llevó todo el tiempo muy bien con los dos y nos pedía consejo sobre varios temas.

Y aunque nunca olvidaré esas palabras de «No estás preparada para India», me parece que se las tendrán que tragar porque fui de las personas que mejor estuvo allí (la mitad del equipo anterior abandonó al poco tiempo). Incluso la adaptación para mí fue mucho mejor de lo que yo pensaba.

La verdad que aunque el cambio era súper drástico no se me hizo difícil y ni un día pensé en abandonar, ni siquiera cuando llegué a 40 de fiebre con una diarrea espeluznante que ni me permitía llegar al baño. Todo pasa y todo llega.

¿Y tú, qué opinas? ¿Alguna vez has sentido algo parecido?

¡Espero tus comentarios!