Era mayo de 2016. Después de la fase de decaimiento y meditación, llegué a la conclusión. No me importaban los nuevos planes o lugares si no los hacía junto a mi acompañante.
El no continuar con el plan viajero inicial para ambos, rompía todos los esquemas. En un sentido es como si se fastidiara todo por lo que tanto habíamos sufrido y luchado. No quería viajar sola cuando la idea era un viaje para los dos, de culminación con la injusticia que habíamos vivido en la escuela de Inglaterra.
Es irónico cómo un móvil puede hacer cambiar tanto las cosas. Como os contaba en el post anterior, cuando estaba preparándome para cocinar, se me cayó el móvil y se rompió la pantalla, con tan mala suerte que ya no podía hacer nada con él.
Como os podéis imaginar, en un trabajo tan demandante como en el que estaba, mi móvil servía para múltiples tareas: como distracción, descanso, enseñanza, desahogo, comunicación, entretenimiento y desconexión (algo totalmente necesario cuando eres cuidadora permanente, no tienes con quien hablar y dedicas todas tus horas al cuidado de otra persona).
De nuevas, cogí el avión y llegué a la casa nueva (a medio camino entre Londres y Luton) el 30 de marzo. Los primeros tres días tuve el entrenamiento con la cuidadora permanente.
Mi cliente era una mujer de 50 años con parálisis cerebral avanzada, sin lenguaje ni movilidad (exceptuando su pie izquierdo) y cuya comunicación conmigo sería a través de sus ojos, deletreando en inglés, en una pizarra de letras.
Atardecer de bienvenida a Luton, un 13 de Marzo (desde la ventana de mi bus)
Marzo llegó y con él, el fin del programa de dos años.
No, no era una derrota, sino una mejora. Demasiadas grietas permanecían abiertas. Llegó hasta el punto que no podía más.
Tomé la decisión de trabajar en cualquier lugar de Inglaterra y financiarme de esta manera mi propio viaje, con dinero real. Y no depender de los demás, ni de problemas.
Increíblemente, con sólo 3 semanas de trabajo pude financiarme ¡2 meses de viaje por Europa! ¡Para que luego digan que viajar es caro!
Además de dejar a tu familia, tu trabajo y tu casa, también había que enfrentarse al reto de vivir en comunidad en la escuela de Inglaterra, junto a unas cuarenta personas.
Llegó julio y estando en Irlanda como os contaba, una mañana, buceando por la red, encontré mi siguiente plan que desembocaría en un largo periodo de luchas, desafío, crecimiento y confrontación sentimental y personal.
Semanas previas elegí cuidadosamente la fecha. Un 21 de julio.
El mismo 21 de julio, en el cuál, dos años atrás, comenzó todo. Un día que quebrantó mil dudas y unió a dos corazones. Mismo día en el que escribí este escrito, Renacer, uno de mis favoritos. E innumerables más siguieron de toda la inspiración que nació desde esa fecha y ese momento.
En medio de tanta incertidumbre para saber qué camino tomar en mi andanza extranjera, me registré en una página de Au Pair, AuPairWorld, en la cual, al día siguiente inesperadamente, hallé la respuesta.
Empezaría mi aventura por el mundo en mayo viviendo 3 meses con una familia irlandesa. Tenían una casa enorme y preciosa en el countryside (campo). Y se encargaron, desde el principio, en hacerme sentir como en casa, a pesar de las barreras culturales, gastronómicas y lingüísticas.
Luchadora y apasionada. Inquieta y soñadora.
Amante de las emociones fuertes.
Viajera y equilibradamente imperfecta.
En búsqueda y captura de personas entusiastas y lugares extraordinarios.
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