Hay veces que la vida te sorprende, que en los momentos menos esperados, te da regalos. En esta ocasión, comenzó todo con una pregunta: ¿Te vienes con nosotros a Ordesa?
Etiqueta: rutas Página 1 de 2
El Camino del Norte posiblemente sea el Camino de Santiago más antiguo conocido.
Un camino riquísimo en paisajes, cultura, naturaleza y costa que transcurre entre bosques de pinos y eucaliptos, acantilados que quitan el hipo y playas desérticas y eternas.
Desde que empecé a hacer rutas (hace ya unos cuantos años), había una que me llamaba la atención especialmente y la añadí de inmediato en mi lista de pendientes.
Hablo del famosísimo Caminito del Rey malagueño, que bien merece ser visitado.
Hay algunos lugares que resuenan dentro de ti para ser visitados en ciertas épocas. Uno de ellos son los Pueblos Negros de Guadalajara.
En un lugar aislado, en un pequeño islote unido a la península por 241 escalones, se encuentra el bellísimo enclave de San Juan de Gaztelugatxe.
Un lugar mágico, bañado por la fuerza del Cantábrico y la piedra tallada de su puente. Con una ermita en su cima que se alza implacable, a pesar de sus golpes y reconstrucciones, desde el siglo IX.
Ahora que empieza a apretar el calor, no hay plan mejor que irse a la sierra y disfrutar de la humedad y belleza de alguna de las cascadas que puedes encontrar muy cerca de Madrid.
Estoy hablando del fantástico Chorro de Navafría, conocido también como El Chorro. Esta cascada está situada en la zona norte de la Sierra de Guadarrama, en la localidad de Navafría, en la provincia de Segovia.
Antes de mi marcha a tierras irlandesas quería decir hasta luego a nuestra bonita España. Llevaba tiempo queriendo conocer las Médulas.
Cada vez que veía alguna foto del lugar, me parecía algo tan distinto y un paisaje tan diferente que me atraía un montón. Y el hecho de que estuvieran en España, facilitaba su visita.
«Cuenta la leyenda que un zar ruso quiso buscar un refugio de descanso con su esposa en el Valle del Jerte. La esposa, aunque enamorada de su marido, siente melancolía por los paisajes nevados de su tierra, y sus ojos reflejaban siempre una cierta tristeza. Hasta que un día su amado, decidido a hacerla feliz, le promete que si es necesario, él traerá la nieve al Jerte. Por tanto, decidió simularla a través de las flores del cerezo. El zar sería el responsable de que, cada año, durante unos diez días, entre finales de marzo y principios de abril, miles de cerezos tiñeran de blanco el Valle del Jerte.»