Lo que más me gusta de la montaña es que sólo existe ella.
Vas ascendiendo alejando de tu mente cualquier pensamiento.
En tu cabeza solo queda un lugar y es admirar.
Admiras los cielos, las laderas, los prados, las cabras, las vacas y hasta la niebla.
Admiras la tierra polvorienta en contraste con la vegetación exuberante.
Admiras los cientos y cientos de metros traspasados,
la vertiginosa caída que encuentras a solo un vistazo.

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